Quizás después de sentarse, se levantó moviéndose alrededor de la gente que escuchaba en silencio. Un silencio absoluto para poder ser escuchado. Fijando su mirada en la gente, esa misma mirada que ha cambiado la vida de millones de personas, el Rey de la Paz comenzó a hablar y todavía resuena en nuestros oídos estupefactos. La Ley que tenemos grabada en nuestra naturaleza, que sentimos parte de nosotros mismos, fue perfeccionada, delineada, para enseñarnos el camino a cada uno. No hay lugar a la interpretación pues Él mismo, modelo de vida, encarnó cada una de las bienaventuranzas, de forma particular en Su Pasión. Prestad atención, oíd bien. ‘Bienaventurados…
Los mansos, porque poseerán la tierra. ‘Aprended de Mi que Soy manso y humilde de corazón‘ había dicho. Esa fue su actitud mientras era golpeado, escupido, objeto de burlas con una ridícula corona de espinas y una clámide púrpura sobre sus hombros. ‘Salve Rey de los judíos, Adivina quien te ha golpeado‘, adivina quienes son los que te rodean, los que miran, los que asienten, los indiferentes…incluso los que ríen.
Los que lloran, porque seran consolados. En su soledad radical cuando fue abandonado por los suyos. Allí estaban, con seguridad, algunos a los que había curado, a los que había cambiado su vida para siempre. No estuvieron, salvo excepciones, ni siquiera sus amigos más fieles. Huyeron. Solo su madre, nuestra madre y, por cierto, también algunas mujeres. Siempre las mujeres. ¿Verdad Adela?
Los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Desprendidos, libres de toda atadura material. Sin nada vino al mundo y sin nada, completamente desnudo, lo abandonó. Sus vestiduras, en cambio, merecieron suficiente interés para ser sorteadas. Expuesto como ejemplo a los que entran y salen de la ciudad. El más pobre entre los pobres. Miradlo bien, porque llena todas las urbes, tanto al entrar como al salir.
Los que tienen hambre y sed de justicia, porque seran saciados. Necesariamente. No hay escapatoria. Sólo así esta vida cobrará sentido para muchos que han sufrido injusticia en este mundo, aparentemente abandonados por la justicia de los hombres: víctimas del terrorismo, de abusos de todo tipo, escandalizados. Él mismo, ‘ajusticiado’ por nuestros pecados, es el juez supremo. ¡Qué corto es el camino de la justicia humana en un mundo donde parece que el límite es el no ser descubierto y donde las componendas la hacen diferente y especialmente benévola para el poderoso!
Los misericordiosos, porque alcanzaran misericordia. Es la condición exigida. Como decimos en el Padre Nuestro, es el contrato vital con el Señor de la Misericordia. En la cruz, ahogado entre los estertores de Su agonía, fue capaz de decir ‘Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen‘. No existe sonido más puro. ¿No queremos confesar nuestros pecados ahora? ¿No queremos acaso comenzar a vivir de nuevo? ‘Dios no se cansa nunca de perdonar‘, somos nosotros, como grita el Papa Francisco.
Los limpios de corazón, porque verán a Dios. Cara a cara. Los de pureza de intención en todos los ámbitos. El ejemplo es la inocencia infantil, el paradigma es Él mismo. Ahí estaba su cuerpo puro, dócil, tan carnal como el nuestro, apoyado, mejor dicho abrazado, a una columna, desnudo, expuesto a la irrisión de la soldadesca para ser abierto a tiras, a golpe de látigo. Ante la indiferencia, burla o disfrute de los verdugos. Es posible que alguien se compadeciese de Él y se ganase el cielo. Es fácil comprender ahora lo que significa la pornografía y la sensualidad chabacana que todo lo inunda que denigra la belleza admirable del cuerpo humano. Pobres hombres y pobres mujeres. Pobres de nosotros, calculadores. ¿Hacia donde vamos?
Los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios. Por ello, ninguna guerra, ninguna discordia, es propia del cristiano. Nunca podrá ser justificada en nombre de Dios. Si alguna religión la justifica, no es de Dios. Negro sobre blanco. Por ello, tanto Juan Pablo II con Irak, como ahora Francisco con Siria, se han opuesto radicalmente a las guerras. No nos engañemos, incluido el silencioso exterminio sistemático de criaturas que no tendrán la oportunidad de desplegarse y ser ellos mismos. Ecce Homo, sin estridencias. Tumbado en el suelo del Gólgota, mezclándose el polvo con su sangre, seguro que no le forzaron a extender sus brazos para ser clavados. Había esperado mucho tiempo ese momento.
Los que sufren persecuciones por causa de la justicia, por la causa del Reino, porque de ellos es el Reino de los cielos. Los cristianos sabemos que siempre seremos signos de contradicción y, en ello, nos alegramos. Si no es así es que algo falla en nosotros. Nunca ha habido tantos mártires cristianos como en el siglo pasado y en la actualidad. Si Él volviese a nacer volvería a ser ‘ajusticiado’.
Nunca nadie había planteado nada parecido, tan radical. Dios no habla a las naciones o a las sociedades sino a cada hombre, pues el Reino esta en el corazon del hombre. Esta es la gran y unica revolucion verdadera de la historia de la humanidad. Una humanidad donde cada uno de sus miembros acogiese y encarnase en su vida estas palabras sería una humanidad perfecta, seria el Reino de Dios aquí en la tierra como en el cielo.
Por cierto, el Rey de la Paz continuó diciendo: ‘Vosotros sois la sal del mundo‘.