Resucitarás. La segunda de Mahler

En la festividad de todos los santos, de aquellos que nos muestran el camino seguro, quiero compartir la que, a mi parecer, es una de las mejores sinfonías de todos los tiempos. Desde luego, la más espectacular en el sentido épico, la que exprime toda la potencia de una orquesta sinfónica masiva con una duración de cerca de hora y media. Para mí, hubo un antes y un después de esta experiencia en lo referente a las obras sinfónicas.

Escuchar a Mahler es rememorar a Wagner y a Bruckner, en ese orden, aunque con una originalidad nueva. El ímpetu del trueno, amenazador, lo solemne, serio, triunfal, incluso marcial, se mezcla con la suavidad de temas pastorales. Todo ello se percibe en esta composición en do menor con coro mixto, soprano y contralto. Aunque Mahler rechaza el carácter programático de la música, dejó escrito en cartas lo que le motivó en su composición y el sentido de cada uno de los cinco movimientos. Por eso escribo esta entrada en este día.

En el primer tiempo, llamado Totenfeier (fiesta fúnebre), estamos ante una marcha fúnebre dedicada al héroe de su primera sinfonía. En este momento solemne, ante su féretro, se nos muestran sus victorias, derrotas, angustias y momentos felices. Una voz grave emite las preguntas que con frecuencia tratamos de evitar en nuestra vida ¿qué sentido tiene el drama de la vida? ¿queda algo después? ¿permanece algo?.

Continua con un segundo movimiento, un lento ländler, una danza popular festiva, que representa un recuerdo de los momentos felices, despreocupados. En sus comentarios, ‘un rayo de sol, puro y límpido en la vida del héroe‘. Es un intermedio, una especie de descanso en medio de toda la tensión de la obra.

El tercero, es un scherzo que, a partir de dos golpes de timbal fluye para expresar el carácter grotesco y mundano de buena parte de la vida. El héroe se deja atrapar por el espíritu de la incredulidad y duda de todo, de sí mismo y de Dios. Pierde la firmeza que sólo puede aportar el amor. Su vida se convierte en una ‘espectro confuso‘, a veces ridículo, expresado por las disonancias. Se siente oprimido ante la repugnancia que experimenta por todo ser y por el devenir sin sentido de las cosas que le lleva a gritar de desesperación.

El cuarto movimiento es titulado luz primordial. La contralto canta solemne una canción que trata de representar el único rescoldo de esperanza que queda al humano. Algo puro, inocente, que va desapareciendo a lo largo de la vida, que vamos perdiendo y genera un anhelo en nuestro espíritu. Sin embargo, siempre está ahí, sencilla y escondida: la luz de la fe. Soy de Dios y quiero volver a Él. ¡Mi querido Dios me proporcionará una pequeña luz, que me conducirá a la vida eterna!

Llega el quinto movimiento donde nos adentramos en minutos grandiosos que comienzan con una violenta marcha. Mahler lo compuso en verano de 1894 a partir de su experiencia durante el funeral de Hans Von Bulow en marzo de ese mismo año en Hamburgo donde se interpretó una oda de Klopstock, “Auferstehn”, acompañada de órgano, que recitaba ‘Resucitarás, si resucitarás‘. Todo en este movimiento, que incluye algunos elementos de los anteriores, está orientado hacia el coro final. El hombre se enfrenta, ya de forma definitiva, al destino que se anuncia irrevocable, a veces terrible, provocando zozobra a la vez que se siguen rememorando momentos de la vida en la tierra. Pero todo pasa, ya todo se ha vivido. De nuevo ¿para qué? ¿qué sentido tiene la vida? Resuena una voz del que llama para anunciar que ha llegado el fin de todos los que viven. La tierra tiembla, los muertos surgen de los sepulcros y avanzan en un cortejo interminable. Suenan las trompetas del Apocalipsis en medio del silencio. El lejano trino de un ruiseñor parece la última manifestación de vida en la tierra…

¡Resucitarás, si resucitarás, polvo mío, tras breve descanso! ¡Vida inmortal te dará quien te llamó! Has sido sembrado para volver a florecer. Oh créelo mi corazón, nada se pierde de ti… Lo nacido debe perecer, lo que ha perecido debe resucitar. Resucitarás, sí resucitarás corazón mío, en un instante. Lo que has latido habrá de llevarte a Dios. Es el coro de los santos que lo anuncia, primero como un susurro y después en un clímax coral extraordinario, a mi juicio no logrado por obra musical alguna a excepción de la novena de Beethoven. Es difícil atender a este final sin dejarse atrapar por la emoción. El coro, soprano y la contralto se integran en un dialogo para entonar la composición de Klopstock completada por el propio Mahler hacia un final exultante de triunfo. Toda la potencia del viento, cuerda, metal y percusión de una orquesta desproporcionada en dimensiones, órgano incluido, conducen al final. Después, el silencio, con el corazón todavía acelerado

Aquí una buena versión bajo la dirección de Maris Jansons dirigiendo a la Orquesta Real del Concertebouw de Amsterdam por supuesto arrebatado de emoción al final desentendido del desfibrilador que lleva implantado.

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