En la lucha contra esta democrática enfermedad, que no entiende de clases sociales, se necesitan líderes y no somos capaces de atisbarlos entre nuestros dirigentes. Unos son culposamente responsables de parte de la magnitud de este desastre; otros no tienen claro qué hacer y prefieren no hablar para no equivocarse; otros calculan y callan; otros, los más miserables, tratan de aprovechar la debilidad del país. No ponderan bien. Confían en que hay mucha gente adoctrinada, pero parecen ignorar que este es un país de personas con talento, solidarias y orgullosas, que cuando se sienten amenazadas dan lo mejor de sí mismo y no es aconsejable ser su adversario. Repasen nuestra historia, que está escrita y nadie puede borrarla.
En esta batalla, parafraseando a Churchill en su discurso ante la Cámara de los Comunes en 1940, sólo podemos prometer ‘tos, esfuerzo, sudor y lágrimas’. Síntomas de enfermedad, sacrificio, sufrimiento y dolor. Todo ello con la solidaridad propia de nuestras gentes y en soledad, en completa soledad.
Solidaridad primero con los enfermos, muchos de ellos mayores, que van a vivir la lucha contra la enfermedad en habitaciones acompañados sólo por el personal sanitario. Ahí están mis amigos Antonio, Fernando y Santi peleando duro, aunque con heridas de diferente consideración.
Solidaridad con el personal sanitario que está en el mismo frente dando el sentido más amplio a su vocación, reinventándose para sacar provecho al máximo de unos recursos muy limitados. Y cayendo. Siendo el colectivo con mayor número de infectados (12%) a pesar de las medidas de protección. Seguro que este ejemplo será la simiente de grandes profesionales para el futuro.
Solidaridad con todos y cada uno de los profesionales que forman parte de la cadena que nos permite disponer de lo esencial para cada día, incluido el ejército español, a menudo invisible. Ahora nos damos cuenta de que nada funciona porque sí, sino por el esfuerzo de mucha gente que lo hace posible. Ahora nos damos cuenta de lo tóxico y superficial de tantos medios de comunicación que faltan a su deber, que sólo tratan de aspectos marginales y burdos de la realidad para buscar división, para generar y consolidar audiencias acríticas a base de eslóganes fáciles que, a fuerza de repetirse, parecen ser verdad. Gente lista que vive de hacer a la gente simple y que están al servicio del poder de turno. Nos damos cuenta de que son prescindibles y no podemos permitir que el dinero público financie su subsistencia.
Solidaridad para, desde el confinamiento de cada uno, como estamos viendo en tantos ejemplos, evitar la diseminación de la enfermedad a la vez que se intenta mantener el ánimo de los que están a nuestro alrededor, especialmente de los niños.
Esta solidaridad es el esfuerzo que nos va a sacar de esta crisis en el plazo de semanas. Irá precedida por la tos de los enfermos y por el dolor del sufrimiento y pérdida de seres queridos. Y por la oración, mucha oración. Nos hemos hecho conscientes de ser criaturas vulnerables. Si no, es que no hemos aprendido nada.
Y después vendrá la recuperación, que será dura. Recomenzar desde las cenizas restantes de un cese brusco de actividad económica sin precedentes, salvo en situaciones de guerra. Y espero que convertidos en otro país, menos preocupado por lo banal, por lo superficial, por los eslóganes fáciles y más centrado sólo en lo esencial: aquello que nos hace vivir con la suficiente prosperidad, en paz y siendo conscientes de la importancia de nuestra contribución individual al progreso de nuestra sociedad, de nuestro país.