¿Es posible ser ateo?

Ateo significa no creer en Dios y resulta completamente cierto que hay ateos. No  si más o menos que creyentes aunque lo que parece evidente es que hay más indiferentes o tibios, incluso entre los que afirman ser creyentes.

Puestos a elegir, es preferible ser un ateo convencido, militante, que un tibio o indiferente. Uno lucha por entender y buscar su posición en el mundo, el otro ni se lo plantea y malgasta su vida. Uno es honrado consigo mismo y, seguramente, con los demás, el otro no lo podrá ser nunca. Aunque ya se sabe, el problema es que se empieza por no creer en nada y se acaba creyendo en todo.

Sólo una cosa une a la postura del ateo y del indiferente: que son falsas. En una te equivocas con un empeño pertinaz y en la otra te despeñas desinteresadamente. Lo mas difícil de entender para  es que se pueda ser ateo y estar convencido de ello, es decir, que se tenga una fe ‘razonable’ en que Dios no existe. Esto sólo es posible si no se busca a Dios honestamente. Por ello, estoy convencido que se trata de un problema de indolencia sobre tan decisiva cuestión. Decisiva porque es la única que compromete toda nuestra vida. Es una elección necesaria porque no elegir ya es una elección y puestos a hacerla, mejor no equivocarse pues es la vida entera (y eterna si se cambia el orden de las letras) la que va en ello. De hecho, cierto movimiento ateísta propugnado por Alain de Botton (Religion for Atheists), tras un concienzudo examen de la materia, propusieron para su difusión copiar los métodos que ‘fidelizan’ a los creyentes: templos, asambleas, liturgias. Sólo hay un problema, y no precisamente de índole menor: que el templo, la asamblea y la liturgia están vacíos y, hasta donde imagino, me parece que es difícil comprometerse seriamente con la nada. Y es que el hombre puede ser indiferente toda una vida pero deja de ser ingenuo con el tiempo. Todo en la vida es cuestión de fe y compromiso, por lo tanto, de apuesta y responsabilidad:  tu matrimonio,  tus amigos, tus estudios, tu profesión, tal o cual hipótesis. También respecto a la existencia o no de Dios.

Esta última cuestión, a diferencia de las demás, siendo la más importante, tendrá su confirmación definitiva tras la muerte. Conceptualmente, no son necesarias pruebas para confirmarlas porque entonces ya no sería fe, aunque es posible esgrimir argumentos a favor de una u otra posición que son tan antiguos como el hombre. Pero el hombre intenta obtener la máxima seguridad posible para comprometerlo todo y puede alcanzar la respuesta por si mismo aquí y ahora, gracias a sus potencias naturales y sobrenaturales. El elemento decisivo para comenzar es considerar cuál de estas dos posturas es más coherente con un destino que haga justicia a la aspiración de todo ser humano: la paz interior y exterior en la tierra y la bienaventurada vida eterna fuera de ella. Y en esto, no cabe duda que sólo una es verdad y es que Dios no sólo existe, pues es el ser en si mismo, sino que, además, le importamos. Cuanto mas le trato y  profundizo en mi fe católica, mas convencido estoy de ella y no soy capaz de encontrar contradicción alguna. La inquietud surge entonces  en mi interior  por dos motivos: primero porque ya no tiene vuelta atrás, no puedes negar lo que has conocido y experimentado; segundo, porque entonces me veo tal cual soy y comprendo con toda la crudeza mi insuficiencia, la necesidad de ser redimido.

Lógicamente, no podemos alcanzar aquí la ansiada certeza, pero no porque no podamos realmente conocerlo sino porque hay potencias del ser humano que no hemos alcanzado. Algo que se nos escapa de la misma forma que un gusano de seda que se desliza sobre una hoja de morera supongo que lo ve todo verde pero solo necesita convertirse en mariposa y volar para ver otro mundo que, por supuesto, ya estaba ahí. Metamorfosis le llaman a esto, pasar del hombre viejo al hombre nuevo en nuestro caso. Y para enseñárnoslo se reveló el mismo Dios de la única forma que podía ser comprensible e imitable para el ser humano: humanizándose. 

Nadie se ha convertido a base de silogismos. En cambio, todos los que fueron capaces de ‘mover montañas’ e iluminaron y transformaron este mundo, lo hicieron basándose en la experiencia personal del trato con Alguien cuya única motivación y esencia es el Amor. Eso les llevó a olvidarse de ellos mismos y dedicarse a los demás, como el Maestro. Muchos sin instrucción alguna, porque para amar no es necesaria. 

Descubre más desde Bernardino Miñana

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo