Gratitud

HILDEBRAND

Una de las características de las personas verdaderamente conscientes, despiertas, es el ser agradecido.

Para Dietrich Von Hildebrand es una de las actitudes básicas que constituyen la esencia de la vida espiritual. El agradecimiento presupone captar la realidad objetiva y, de esta forma, los bienes de los que disfrutamos. Es propia de personas que viven siendo conscientes de ser protagonistas, con sus decisiones, del desafío permanente entre el bien y el mal.

Por ello, la  gratitud es en si mismo tanto un valor, irreductible a otros, como una respuesta a los bienes recibidos.

Todo acto de gratitud presupone, en primer lugar,  la captación de la importancia intrínseca  del bien recibido;  en segundo lugar, de la importancia objetiva que ese bien tiene concretamente para mí y, por último, del acto bondadoso hacia mi de aquél que, sin estar obligado a ello, me lo proporciona.

La gratitud a Dios tiene como objeto nuestra propia existencia, todos los bienes naturales de los que disfrutamos o podemos disfrutar y, también, aquellos sobrenaturales, las magnalia Dei.

El primer motivo de agradecimiento a Dios debe ser el de nuestra propia vida, condición necesaria para disfrutar de cualquier otro bien. Cuando agradezco el don de la vida lo hago, por la importancia en sí de la vida en oposición a la nada; por la importancia de mi propia vida y, por último, porque soy consciente de que Aquel que me la otorgó no tenía necesidad, lo hizo por amor. Considerar nuestra existencia como algo natural, fruto del azar, es la raíz de la falta de agradecimiento a Dios por nuestra existencia. Sin darnos cuenta, esta actitud contribuye a desposeernos del valor intrínseco asociado a nuestra condición de criaturas, elegidas desde el principio por un Dios personal que nos ha amado antes que nosotros. El hombre que está lleno de gratitud a Dios  está por ello verdaderamente despierto, no embotado. Es lo contrario del que permanece en la periferia y todo le parece natural, evidente. ¿Cuántos hombres son conscientes de su existencia como algo inaudito?. A diferencia del homo faber, que considera el entorno como algo natural y no capta su profundidad y diferenciación, el homo sapiens se pregunta por el sentido de todo a partir del asombro y nada le parece natural.

A Dios hemos de estar agradecidos por los diferentes bienes que nos son otorgados en los que es posible observar una jerarquía.

Un caso especial es la gratitud que merece la gracia santificante de Dios, todos aquellos bienes sobrenaturales, que nos permiten anticipar en esta vida el estado bienaventurado al que estamos llamados.

El agradecimiento a Dios, se actualiza, no sólo en nuestro corazón sino también a modo de expresiones concretas porque ‘de lo que está lleno el corazón habla la boca‘. Es esencial tener en cuenta que el dar las gracias sólo puede ser realizado ante aquel a quien se está agradecido, es una relación personal. Por ello, la liturgia de la Iglesia está llena de expresiones de agradecimiento. Los tres primeros himnos del Nuevo Testamento, MagnificatBenedictus y Nunc Dimitis son expresión del agradecimiento a Dios, por la dicha de ser elegida para ser madre del Salvador, por el don de la concepción del Bautista o por haber podido contemplar al redentor del mundo antes de morir. ¿Puede alguien imaginarse a alguien lleno de agradecimiento sin que lo exprese de forma concreta? Es esencial, pues, su concreción en expresiones y actos de agradecimiento.

Existe una relación entre el agradecimiento y la felicidad verdadera. No sólo el captar los bienes de Dios hacia nosotros es una fuente esencial de felicidad, sino que también los propios actos de agradecimiento proporcionan una felicidad interior.

Asimismo, todo acto de agradecimiento está íntimamente relacionado con la humildad. Por ello engrandece nuestro espíritu que sale de si mismo, de su inmanencia, para dirigirse al otro.

La gratitud hacia los hombres posee, en esencia, los mismos componentes pero tiene unas connotaciones diferentes según vaya dirigida a personas a las que nos vincula una relación profunda, a las que amamos, o a otras con las que no nos une una relación íntima . En el primer caso se exige una mayor lucidez para captar la necesidad de estar agradecido pues el don del amor es un bien superior a cualquier otro recibido. Es curioso, pero precisamente en estos casos, la rutina o un pensar que es algo evidente y natural el ser amado en correspondencia  a nuestro amor, hace que con frecuencia no seamos conscientes de la necesidad de agradecer profundamente al amigo, a la persona querida su amor. Este, del que surge una intentio unionis e intentio benevolentiae , expresado en el eros y caritas dirigido al otro tiene su origen y participa de lo divino como ha sido expresado de forma rotunda por el Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus Cáritas Est.

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